Proyecto de Cartografía Crítica con Perspectiva de Género

Descripción

Por Dr. Guy Emerson y  Mtra. Elba Cervantes 

Resumen: Contramapeo es un proyecto que mapea colectivamente la violencia de género. En lugar de mapear la violencia desde las lógicas gubernamentales que favorecen las zonas económicas de plusvalía, los sitios turísticos o de derrama económica, buscamos mapear las experiencias de violencia en las zonas por las que las mujeres no se sienten seguras, en los espacios de tránsito en los que se acuden a estrategias aprendidas. En su mayoría, los mapas oficiales documentan la administración del riesgo, la regulación de movimientos y el control de los cuerpos. A diferencia de ello, los contramapas producidos desde este proyecto se mueven en una dirección opuesta: hay una modificación mutua de cuerpo y territorio, en cada mapa en donde el cuerpo se entiende como un ente político cuya experiencia modifica el territorio y no al revés.

Palabras clave: Contramapeo, violencia de género, cuerpo-territorio.

La violencia de género no solo se materializa en el cuerpo, sino que también se resignifica a través de él. Por ello consideramos sumamente significativo pensar el territorio a partir del cuerpo, y pensar los cuerpos como una vertiente política del territorio. Para mapear la experiencia corporal de la violencia de género, utilizamos el concepto cuerpo-territorio; un cuerpo-territorio en donde las experiencias corporales están entretejidas en las dinámicas territoriales, en donde el cuerpo no solo es objeto de territorialización sino territorializa, no solo es objeto de violencia sino resiste tal violencia, o mejor para este artículo, no solo es objeto mapeado sino mapea.

Para Dorotea Gómez Grijalba (2012), el cuerpo-territorio parte del reconocimiento de su propio cuerpo como político. Es un territorio político forjado en espacialidades coloniales y patriarcales que justifican la opresión histórica y la explotación continua. Sin embargo, el cuerpo-territorio no es universalmente subsumido en el espacio, como sostiene Francesca Gargallo (2014). De acuerdo con Giulia Marchese (2020), el cuerpo-territorio es también un medio para politizar la experiencia de los cuerpos femeninos/feminizados, para hacer visibles las estructuras violentas.

Aunque esta literatura se basa de manera diferente en la raza y la sexualidad, se comparte una apreciación de los cuerpos como lugares de opresión y posibilidad. Siguiendo a Gómez Grijalba (2012: p. 4), el cuerpo-territorio habita una espacialidad violenta desde “una postura reflexiva, crítica y constructiva”. Se produce históricamente con la memoria y el conocimiento, tanto ancestral como personal; una memoria que inmediatamente complica las inscripciones mortíferas dentro de una colonialidad que rechaza otras historias, y la otredad por completo. El cuerpo- territorio es consciente de esta condición violenta, pero sostiene que los cuerpos pueden desafiar su posicionamiento, pueden reconstruir sus vidas en oposición a una política de jerarquía y muerte (Gargallo, 2014: p. 20). El cuerpo territorio se convierte en un medio para politizar la experiencia de los cuerpos femeninos/feminizados, para cuestionar las categorías espaciales establecidas y sus efectos violentos (Marchese, 2020: p. 280).

Contramapeo es un ejercicio que consiste en mapear el cuerpo-territorio, en generar una serie de prácticas cartográficas que permiten interrogar las dinámicas violentas de poder que conforman un ensamblaje social y territorial. En este artículo compartiremos algunos de nuestros contramapas que dibujan la violencia para revelar cómo las participantes se perciben a sí mismas y a su entorno en cada línea cartográfica. En vez de estar subsumidas en el espacio, las participantes emergen de los márgenes del conocimiento geográfico para romper con la cartografía de inspiración cartesiana, para convertirse en actores geopolíticos. Sus contramapas rechazan las coordenadas fijas para producir significado de manera nómada no solo porque están en movimiento, y no solo porque las rutas tomadas necesitan una revisión constante para evitar a los piropos y otras formas de agresión sexual. No. Son nómadas porque no hay una cuadrícula trascendente contra la cual planear la violencia de género, ni bases externas desde las cuales emitir un juicio sobre los caminos tomados. Cada contramapa es un itinerario corpóreo, como dice Mari Luz Esteban (2013); un viaje único de un cuerpo navegando la violencia, tramando su propia experiencia vivida. Y estos itinerarios son corpóreos porque nacen de la conciencia corporal: de las sensaciones a los sentimientos y reflexiones del pensamiento. Inspirándose en el feminismo de Gloria Anzaldúa (2015: p. 5), cada itinerario es un mapa situado de realidades somáticas: cómo el cuerpo mediatiza la violencia, reconociendo al mismo tiempo cómo se otorga diferencialmente al significado y, por lo tanto, se dibuja de múltiples maneras.

Como detonador del proyecto nos apoyamos en un texto de Giulia Marchese (2019): Del cuerpo en el Territorio al Cuerpo Territorio: Elementos para una Genealogía feminista Latinoamericana de la crítica a la violencia. A partir de este texto, se trabajó en un taller titulado El cuerpo en el territorio, situando la violencia de género, con una duración de aproximadamente 12 horas, divididas en 3 sesiones, con modalidad híbrida, y un grupo de 11 participantes. A partir de la lectura se plantearon preguntas con las cuales se comenzó a reflexionar sobre la experiencia de cada una al andar por el espacio público, con el fin de realizar dos ejercicios: (1) en el dibujo del territorio y (2) en el dibujo del cuerpo mismo. Para empezar, las participantes mapearon su entorno a partir de sus propias experiencias de violencia de género.

La ubicación, escala y clave de cada mapa fue determinada por la mapeadora, con el único requisito de que cada territorio fuera trazado a través de la experiencia de la violencia de género. Para Fredel Granado, el territorio se forja en tal experiencia, en un sentimiento negativo que dibuja una zona roja por completa y en recordar a los consejos compartidos entre amigas para evitar el acoso en ciertas partes de la ciudad (ver Figura 1).

En el segundo ejercicio, se agregó una capa más al mapa realizado, en donde las participantes eligieron un lugar en particular y profundizaron en una experiencia violenta o sobre alguna intersección peligrosa. Al compartir los contramapas, las participantes dialogaron sobre las distintas estrategias aprendidas, que ellas eligieron para sentir que su andar por la calle es menos peligroso. Durante la tercera sesión se reflexionó sobre las experiencias en común y sobre el contexto actual de violencia en el país. A partir de los puntos de encuentro que se identificaron en los relatos de las distintas participantes, se eligieron una serie de categorías para nombrar las formas que puede tomar la violencia en el espacio público. Posteriormente, se llevaron a cabo los ejercicios de mapeo participativo con una población más amplia, en donde se produjo una suerte de panorama sobre la percepción de inseguridad de las mujeres al transitar por las calles de Puebla y Cholula. Cada ejercicio de contramapeo consistió en invitar a las peatonas a intervenir el mapa a partir de dos opciones: identificar en el mapa el lugar y el tipo de violencia vivida, ya sea desde la experiencia propia o a partir del relato de alguna conocida, o trazar lo que han experimentado al andar por ciertas rutas, de acuerdo al color asignado a cada una de las sensaciones. Las categorías de violencia que se marcaron en el mapa fueron: zona segura, zona no segura, observada, agresión verbal, enfrentamiento, agresión sexual, agresión física, escape, acoso, desaparición/secuestro, trata de personas y feminicidio; mientras las sensaciones potenciales incluyeron: empoderada, cómoda, incómoda, sexualizada, enojo/impotencia, miedo, y repulsión (ver figuras 2 y 3).

Los contramapas compartidos en este artículo, rompen con la cartografía oficial de inspiración cartesiana al trazar el cuerpo-territorio. Rechazan un cartógrafo en altura, siempre a un paso del terreno dibujado, a favor de una cartografa se mueve con la cartografía. Las mapeadoras no congelan ni el tiempo ni el espacio; prácticas que, para Gillian Rose (1996: p. 58), solo sancionan un status quo ‘socioespacial’. En los contramapas, la violencia de género se sigue ubicando en determinadas coordenadas y se siguen marcando ciertos focos. Sin embargo, cada uno deja de ser una geometría de puntos organizados sobre un fondo de coordenadas y se convierte en intensidades que se sienten al navegar en estos espacios. Con esto, se confirma una segunda ruptura con la cartografía cartesiana, ya que el significado está íntimamente ligado a estas dinámicas sentidas en el cuerpo. No hay sujeto-como-conocedor que opere por encima de un territorio-como-conocido. El conocimiento no es producido desde lo alto por un sujeto trascendente, a la vez desencarnado y desinteresado (Duncan, 1996: p. 2). En cambio, conocedor y conocido se reubican en procesos de tránsito emergentes: en las transiciones entre sentir y saber a medida que el cuerpo transita por su propio entorno violento. El conocimiento resultante de este proceso es emergente, dado que se produce continuamente a través de las distintas experiencias corporales que operan en los sentimientos y en los pensamientos para romper con cualquier dominio fijo.

Referencias:
Anzaldúa, G. (2015). Light in the Dark/Luz en lo Oscuro. Rewriting Identity, Spirituality,Reality. Durham: Duke University Press.
Duncan, N. (1996). (Re)placings. In N. Duncan (ed.), BodySpace: destabilizing geographies of gender and sexuality. London: Routledge, pp. 1-12.
Esteban, M. L. (2013). Antropología del Cuerpo: Genera, itinerarios corporales, identidad y cambio. Barcelona: Edicions Bellaterra.
Gargallo, F. (2014). Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. Bogotá: Ediciones desde Abajo.
Gómez Grijalba, D. (2012). Mi cuerpo es un territorio político. Voces Descolonizadoras, Cuaderno 1: Brecha Lésbica.
Marchese, G. (2019). Del cuerpo en el territorio al cuerpo-territorio: Elementos para una genealogía feminista latinoamericana de la crítica a la violencia. EntreDiversidades. Revista de ciencias sociales y humanidades, 13, 9–41.
Marchese, G. (2020). Subvertir la geopolítica de la violencia sexual: una propuesta de (contra) mapeo de nuestros cuerpos-territorio. In D. T. Cruz Hernández & M. Bayón Jiménez (eds), Cuerpos, Territorios y Feminismos: Compilación latinoamericana de teorías, metodologías y prácticas políticas. Buenos Aires: CLASCO, pp. 277-301.
Massey, D. (1994). Space, Place, and Gender. Minneapolis: University of Minnesota Press.
McDowell, L. (1993). Space, place and gender relations: Part II. Identity, difference, feminist geometries and geographies. Progress in Human Geography 17(3), 305-318.
Rose, G. (1996). Teaching visualised geographies: Towards a methodology for the interpretation of visual materials. Journal of Geography in Higher Education, 20(3), 281–294. https://doi.org/10.1080/03098269608709373

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