Pedagogía de la interioridad: repensando la educación en los posgrados de México

Descripción

POR DR. MARIO ALBERTO VELÁZQUEZ GARCÍA | DRA. LUZ ANGÉLICA CEBALLOS

Introducción
La educación es una de las piezas fundamentales de las sociedades modernas, su desarrollo parte de responder a una pregunta central, ¿Educar para qué? En el caso de las maestrías y doctorados una respuesta corta y sencilla es la siguiente: lograr la especialización de los estudiantes en ciertas áreas del conocimiento o la técnica. Esta permite que los estudiantes adquieran competencias, pero existen dos temas de formación de individuos que han sido dejadas de lado en la formación de estudiantes de posgrado en México: el papel que desempeña cada individuo dentro de su sociedad y la enseñanza para tener una vida plena más allá de los logros académicos o económicos (Delors, 1996).

En México el crecimiento de los programas de estudios de posgrado tuvo lugar en la década de los ochenta dentro de un contexto político y económico particular: el cambio de un modelo de “estado de bienestar” a un modelo de “economía abierta”. Los posgrados han institucionalizado una serie de principios “neoliberales” en su funcionamiento: el mérito personal, la hiperespecialización, la orientación de la educación al mercado, el conocimiento técnico científico como un ámbito separado de los problemas sociales y políticos, la ideología fuera de la enseñanza. Esto ha tenido una serie de consecuencias que es necesario revisar. En uno de los diagnósticos más completos hechos a los posgrados en México una de las conclusiones generales fue la siguiente: “…El alumnado no tiene un compromiso con la sociedad y solo cursa los posgrados porque busca un papel que le dé un grado, más que buscar una mejora significativa en su práctica profesional…” (Bonilla, 2015: 146).

El periodo de pandemia por Covid19 ha sido un reto para todos los sectores sociales, entre ellos las escuelas y sus alumnos. Durante el confinamiento y en el regreso a las aulas se han detectado una serie de problemáticas: falta de motivación de los estudiantes para cumplir con sus tareas asignadas o concluisus estudios y obtener el grado, conflictos con profesores por diferencias atribuibles a una deficiente comunicación, acoso o violencia de género, pugnas entre estudiantes, falta de empatía y solidaridad, y en estudiantes y profesores casos de crisis personales por cargas excesivas de trabajo, conflictos familiares y problemas de salud propiciados y exacerbados por la pandemia (Salado, Rodríguez y Velázquez, 2022). Ante esto, la educación de posgrados carece de herramientas integradas en sus programas para tratar de prevenir o atender este tipo de problemáticas, que, en algunos casos, están detrás de los índices de deserción o de eficiencia terminal.

Ante esta situación es conveniente plantearnos la revisión y posibles alternativas de los procesos concretos de enseñanza, y los objetivos generales que están detrás de los métodos pedagógicos que utilizamos en el posgrado, en resumen, regresar a la pregunta que planteamos originalmente ¿Educar para qué? En el caso de México, el actual gobierno ha planteado una discusión de los límites que tiene una educación que estaba orientada por el mercado y la formación de ciudadanos funcionales, dejando de lado otras dimensiones en la relación de cada persona con su entorno y la formación de personas capaces de buscar su propia realización (Carpio, Pérez, y San Martín, 2021).

La pedagogía de la interioridad (PI) es una alternativa. Este modelo educativo, originado dentro de las escuelas jesuitas, tiene como objetivo central la formación integral de los estudiantes para una vida plena (Ylla, Melloni, Rambla y Oller, 2013). La PI propone incluir lo que Foucault (2002) denominó como las “tecnologías del yo”, es decir un conjunto de técnicas y cuestionamientos que buscan el desarrollo del pensamiento de la persona sobre sus propias ideas, valores, sentimientos y actos. La PI utilizada en un primer momento en las escuelas de filiación religiosa es un modelo aplicado en el sector educativo de España y en instituciones educativas de Latinoamérica (Rengifo y Álvarez, 2021).

La PI tiene aportes significativos para los programas de posgrado en México, principalmente en los dos temas que hemos resaltado: el papel que los estudiantes tienen como sujetos actores y transformadores de la sociedad de la que forman parte y la enseñanza como un camino para lograr una vida plena. Para lograrlo es posible prescindir del marco meta-religioso que dio origen a esta propuesta, así como a la idealización del individuo y sus metas individuales. La PI es en esencia una reformulación de la búsqueda del individuo por su voz propia, lo que implica un diálogo y compromiso con los otros y la sociedad, así como una reconsideración de metas sociales como el consumo y el triunfo.(Irvine, 2009).

La definición de interioridad
El concepto de interioridad describe una práctica, un conjunto de mecanismos para generar un autoconocimiento sobre el “sí mismo” de los individuos; esa parte de ideas, deseos, intereses y valores que consideramos  son independientes frente al resto de las personas (Navarro, Acosta, Soria y Fuente, 2019). El concepto de interioridad fue retomado desde la pedagogía como una vía para formar sujetos con capacidad de autorreflexión (Ylla, Melloni, Rambla y Oller, 2013).

En este uso pedagógico del concepto de interioridad ésta se convierte en la guía de un conjunto de prácticas y procedimientos educativos que quitan del centro la adquisición de conocimientos externos, para otorgarle un papel importante al saber del interior de las personas (Ylla, Melloni, Rambla y Oller, 2013). Esto retoma la idea de areté, es decir, la formación de seres integrales, donde los sentimientos y la conciencia son parte de la búsqueda educativa (Foucault, 2002).

La interioridad es el espacio donde el individuo podría experimentar plenamente la libertad y desde donde se percibe como un “yo”, lo que le brinda la posibilidad de vivir el presente con atención y lograr su transformación (Melloni, 2004). La interioridad tiene una relación directa con el cultivo de las virtudes, ya que dentro del ser humano nacen los valores que se requieren y podamos de esa forma, avanzar en empatía y justicia. La formación de esta dimensión, argumentan Jiménez, Polanía y Rivera (2021), puede darse mediante una educación que coadyuve al desarrollo interior para propiciar el encuentro personal y con los otros. Tébar (2015) por su parte, citado por estos autores, considera que
vida interior y educación son dos conceptos estrechamente vinculados, ya que educar implica desarrollar el potencial oculto, así como la capacidad de reflexionar, razonar, comprender y encontrar sentido a la existencia al verla desde nuestros afectos, sentimientos y experiencias.

En la propuesta de la interioridad como práctica pedagógica existe un énfasis en la consolidación de un individuo que no necesariamente requiere de los demás para su propio desarrollo. En la actualidad existe un uso de formas de conocimiento o espirituales como el yoga, la meditación y la interioridad que sirven para apuntalar la construcción de un individuo aislado en sus metas y logros. La exploración de la interioridad de los individuos y la misma construcción de las personas requiere del otro, que nos configura y nos complementa (Freire, 2004).

El estoicismo, que ahora ha sido retomado como una herramienta para la resiliencia de individuos en la búsqueda de sus metas individuales (Holiday, 2014), es en realidad una postura de vida donde el servicio a la comunidad es uno de los objetivos centrales (Marco Aurelio, 2022). La pedagogía de la interioridad toma sentido no sólo como una búsqueda de sí mismo, sino de los lazos y afinidades con los otros, así como de reconocer la necesidad que tenemos de la comunidad para nuestro propio crecimiento (Navarro, Acosta, Soria y Fuerte, 2019). Como parte del uso de la PI para posgrados es importante incorporar herramientas que consoliden no únicamente al individuo sino el compromiso social de los estudiantes.

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