La universidad, el patrimonio cultural y el desarrollo social

Descripción

LA BUAP RECIENTEMENTE RECIBIÓ EL PREMIO CAMPUS PATRIMONIO POR SU COMPROMISO EN LA CONSERVACIÓN Y TRANSMISIÓN DE SU HERENCIA A LA FUTURAS GENERACIONES

Por: Mariano Castellanos Arenas

La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) es la institución educativa más importante del estado y un referente en la generación de conocimientos. Fundada sobre la base del Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús en 1578, hoy cuenta con una larga historia y con uno de los patrimonios culturales más importantes de la región y del país, conformado por monumentos arquitectónicos, museos y grandiosas colecciones científicas, artísticas, bibliográficas y archivísticas, y con espacios de formación en todas las áreas del saber, así como de innovación científica y tecnológica; además de sus diferentes sitios culturales, recreativos y deportivos. Sobre todo cuenta con una valiosa memoria colectiva conformada por infinidad de biografías.

Cabe destacar que el 11 de julio de 2023, en el marco de la conmemoración del 25 Aniversario de la inclusión de la Universidad Alcalá de Henares (España) en la Lista de Patrimonio Mundial (UNESCO), nuestra universidad fue galardonada con el Premio Campus Patrimonio, por la dedicación en la conservación de su patrimonio cultural y al mismo tiempo por su compromiso en la transmisión de esta herencia y legado a las futuras generaciones. Asimismo se incluyó en esta premiación a la Biblioteca Palafoxiana, repositorio fundado por el obispo español Juan de Palafox y Mendoza en 1646, hoy convertido en museo, que continúa ofreciendo servicio a investigadores de todo el mundo. Un jurado conformado por la Comisión de Patrimonio de la universidad antes mencionada, con miembros del medio académico y del sector público de la Comunidad de Madrid, eligieron a la BUAP entre otras diez candidaturas.

En este sentido, reflexionemos sobre la trascendencia y la utilidad que tiene el patrimonio cultural (y natural) para la sociedad, no sólo en el entorno universitario, sino también en la región y en el resto del país. Por ello es fundamental preguntarnos ¿qué es el patrimonio cultural?, ¿por qué es importante su preservación?, ¿cómo influye en el desarrollo de una sociedad? y ¿se puede generar una identidad universitaria a través de sus bienes culturales? Para resolver estas interrogantes comencemos por la definición de patrimonio cultural: es el conjunto de bienes materiales (muebles e inmuebles) e inmateriales (prácticas sociales) que hemos heredado del pasado y que como comunidad hemos decidido protegerlos, ya que forman parte de nuestra historia. Ahora, cuando nos referimos al patrimonio natural estamos hablando de un conjunto de bienes físicos y biológicos, o hábitats, que se consideran riquezas naturales y ambientales a las que se les concede un valor excepcional.

El patrimonio cultural también es un instrumento para recuperar, construir o reforzar la identidad. Es un proceso de intercambio, tensión y conflicto, donde los intereses de los diferentes grupos luchan en el presente por gestionar su pasado. A este proceso se le ha denominado activación o patrimonialización, en el que la sociedad asimila la dinámica en torno a los bienes, los ámbitos en los que se desarrollan, los paradigmas en los que están inmersos y sus agentes activadores (o patrimonializadores); ello en diferentes marcos o campos de puesta en valor, a través de un mecanismo con el que se intenta incidir ideológicamente. Podemos decir que es un acto político generador de discursos culturales e identidades sociales.

El discurso contenido en el patrimonio cultural tiene el poder de hacer, es decir de transformar y crear ideas y conocimientos. Si tomamos como referente el poder transformador del patrimonio, entonces le estamos dando significado a cada uno de sus bienes (culturales y naturales). En este hacer de los discursos también dotamos de valor a dichos bienes, que surgen de la fusión de su carácter histórico y cultural. Es posible, entonces, que a través de la patrimonialización se pueda generar una sensibilización social, ya que al sumarle significado a los bienes robustecemos nuestro acervo cultural y se consolida la noción de conciencia ciudadana.

Es importante aclarar que el patrimonio cultural y sus bienes o, en otro orden, los bienes culturales del patrimonio, no son algo natural o universal, ni tampoco son una entidad que esté caracterizada por una esencia fundamental que lo hace patrimonio per se. Tampoco son algo espontáneo o neutral; es decir, son absolutamente mutables y varían no sólo temporalmente, sino que los actores y los objetos que los constituyen son cambiantes, tanto en sus formas, como en sus definiciones, categorías, principios e intenciones. En las distintas sociedades puede no existir el patrimonio como tal, pero sí pueden aparecer en algún momento bienes patrimonializables.

En toda dinámica de patrimonialización se articula una amplia zona discursiva que alude primordialmente a la suma de tres elementos básicos: la apropiación, la transmisión y la pertenencia. A estos elementos conjugados se les confiere una identidad propia, al tiempo que son sintetizados en la idea de que el patrimonio debe conservarse por siempre. Esta idea se encuentra en continuo movimiento y se entrelaza con otros tres elementos: la memoria colectiva, la tradición y la identidad, que se convierten en versiones de la Historia y los bienes culturales y naturales se crean a partir de la transferencia colectiva, de generación en generación, y se activan, es decir, se patrimonializan.

Pero no sólo los seis elementos antes mencionados son los rasgos fundamentales en la dinámica del patrimonio cultural. También lo son el ámbito social, el político y el económico, y sobre todo su relación con las actividades derivadas de estos, que determinan al patrimonio y sus bienes. De igual forma son determinantes los sectores como el Estado y sus instituciones, las organizaciones civiles, el sector académico y el mercado, ya que responden a una estrategia o a un mapa de atribuciones y valores, sobre los cuales se seleccionan ciertos elementos que encierran una pretendida esencia cultural e histórica que debe preservarse y legarse para la posteridad. Estas tres dimensiones se convierten en paradigmas que activan determinadas concepciones de la identidad, en la cual se clasifican, categorizan e interpretan los bienes como auténticos y son reconocidos a través de relaciones de poder, generalmente asimétricas, donde se pone en juego la preservación del patrimonio.

Desafortunadamente, el patrimonio cultural reunido en cada sociedad a lo largo de la historia no nos pertenece a todos, aunque formalmente parezca que esté disponible. Es decir, la apropiación de los bienes culturales heredados siempre es desigual. En los discursos de los países democráticos y en la manera de organizar y significar la vida social existe una jerarquización de los capitales culturales y simbólicos y, por ejemplo, los productos y expresiones de grupos alternativos, de obreros, campesinos u otros, generalmente tienen un lugar secundario dentro de las instituciones y las elites propietarias del capital. Por esta razón, debemos pensar en el patrimonio cultural no como un recurso, sino como un bien que se va renovando constantemente y va generando formas distintas de apropiación en cada sector de la sociedad.

Ante esto, es fundamental incentivar la participación social para que los sectores dominantes no sean los únicos que definan cuáles son los bienes que son valiosos o cuales merecen ser conservados. Democratizar las decisiones con respecto al patrimonio y sus bienes es fundamental ya que es de todos, es un legado común; aunque siempre existen agentes activadores con intereses determinados. Lo que se quiere decir es que la posibilidad que tienen las instituciones gubernamentales y el capital de decidir qué es patrimonio y qué no genera disonancias en los otros sectores, ya que esta forma de valoración responde a intereses que nada o poco tienen que ver con los de las comunidades que hacen uso de él, lo viven y lo conservan.

Esta dinámica de activación patrimonial es muy rígida, aunque ya comienza a notarse cierta flexibilidad; por ejemplo, existe un panorama en el que se patrimonializan los bienes y conforman una especie de base territorial, histórica y estética, que se está ampliando hacia nuevos valores como la no excepcionalidad como en el caso de ciertos barrios o el patrimonio industrial. Cualquier cosa material, inmaterial o natural, que proceda de estos campos, se puede incluir dentro de los límites de aquella base, porque es ahí donde se constituye cualquier referente simbólico. Esto no quiere decir que todos los bienes se conviertan automáticamente en patrimonios, sino que son potencialmente patrimonializables.

La práctica para hacer de los bienes patrimonio se ha llevado a cabo a través de diferentes operaciones, desde políticas nacionales o estatales como la creación de museos, ha sido un instrumento eficaz para mitificar la historia. Otra es la elaboración de narrativas que justifican la sustitución de elementos y prácticas culturales constitutivas de la identidad de un grupo, por la de otro. Una operación más es la adjudicación del patrimonio, por parte del sector público o privado, con un discurso que intenta legitimar el origen de los bienes. Por último, existe la intervención de los expertos, que en ocasiones construyen descripciones descontextualizadas que poco tienen que ver con los intereses de las sociedades y los territorios donde se hallan sus bienes culturales.

Como se ha visto, el conocimiento sobre la activación del patrimonio resulta fundamental para la comprensión de cómo se crean los bienes culturales. No obstante, sobre este proceso se han agregado nuevas realidades históricas, nuevas demandas y presiones sociales; así como nuevos desafíos para conservar lo que hemos heredado. Entender estas concepciones sobre el patrimonio cultural en la actualidad impone nuevos retos teóricos, técnicos, administrativos, políticos y sociales. De esta manera podemos entablar un diálogo directo y explícito con las instancias del poder y hacer que la patrimonialización sea de interés público.

Es aquí donde la universidad desempeña un papel protagónico, precisamente, en la construcción de una sociedad patrimonializada y patrimonializadora que genere nuevos espacios de reflexión y enunciación sobre las problemáticas cotidianas; donde el discurso se antoja un tanto subversivo para asumir una postura de resistencia a los modos dominantes de imposición y sujeción cultural, que por cierto es un asunto ausente en el debate sobre el patrimonio cultural. De esta forma se podrían articular estrategias para su abordaje y su manejo en un sentido de apropiación, que dé pie a la cohesión de los individuos y que genere una ciudadanía crítica consciente de sus derechos culturales y sus derechos a la cultura.

Ahora bien, más allá del reconocimiento sumamente positivo y alentador que ha recibido nuestra casa de estudios, a través del Premio Campus Patrimonio 2023, es importante que la comunidad (la universitaria y no universitaria) conozca la historia de la institución, asimile su valor cultural y reconozca que la BUAP no solo es una universidad pública, sino un patrimonio común, de todos y todas. Que la universidad es una unidad patrimonial, cuyo carácter se refleja en el conocimiento generado y en cada unos de sus bienes, ya sean estos históricos o contemporáneos. No es posible pensar en sus monumentos como algo separado de su historia, ya que esta es uno de sus bienes más importantes, que ha sido construida por la sociedad misma a lo largo de los siglos y sobre todo por la memoria de la prolongada lucha por su autonomía.

Existen ejemplos magníficos de su patrimonio como los más de 40 edificios situados en la Zona de Monumentos Históricos de la ciudad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Uno de los patrimonios inmuebles más importantes es el Edificio Carolino (4 Sur, 104), hoy convertido en el Centro de la Cultura y los Saberes, situado en el complejo construido por la Compañía de Jesús en el siglo XVI, el corazón de la universidad; ahí también se encuentra la Biblioteca Histórica José María La Fragua. Otros ejemplos excepcionales son el Edificio Arronte (Juan de Palafox y Mendoza, 219), de la Facultad de Filosofía y Letras; la Casa del Marqués, mejor conocida como la Casa de las Diligencias, que hasta hace poco fue la sede de la Preparatoria Emiliano Zapata (4 Norte, 6) o el Edificio Presno (Juan de Palafox y Mendoza, 208), del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”. No se debe dejar de mencionar que la Facultad de Medicina está asentada sobre el antiguo Hospital General y aún conserva algunos edificios históricos.

Además, se cuenta con importantes espacios con un importante patrimonio arquitectónico, escultórico y natural, es decir Ciudad Universitaria y su Jardín Botánico, que conserva una importante colección vegetal y al sur de la ciudad el Eco Campus, localizado en Valsequillo, una de las zonas con el cuerpo de agua más importante de la entidad y con yacimientos geológicos y paleontológicos de gran relevancia. Por otra parte, la institución cuenta también con acervos documentales como el Archivo Histórico Universitario (Av. Reforma, 531) y con museos como el Museo Universitario Casa de los Muñecos (2 Norte, 2), el cual resguarda diversas colecciones artísticas, históricas y científicas o el Museo de la Memoria Histórica Universitaria (3 Oriente, 1008), en el que se exhibe la histórica moderna de la institución.

Otro museo universitario es el Museo Industrial de Metepec, gestionado por el Departamento de Investigaciones Históricas del Movimiento Obrero (DIHMO) y está localizado en la antigua fábrica de Metepec, en Atlixco. En este espacio se narra la historia industrial del sitio y se preserva el único archivo histórico industrial del estado de Puebla, en el que además de contar con fondos documentales relacionados con el mundo del trabajo, resguarda un patrimonio cinematográfico único en América Latina: la película México Industrial 1923. Con estos ejemplos podemos constatar que contamos con un gran patrimonio cultural universitario, que debemos conocer, preservar y valorar, porque en este también se funda nuestra sociedad.

Finalmente, existe la posibilidad de un desarrollo social pleno si incorporamos el patrimonio en nuestras vidas y contribuimos a la política de preservación y valoración de nuestros bienes culturales y naturales, en donde la consideración de lo público cobre protagonismo, porque estamos seguros que con ello se puede llegar a generar una ciudadanía  más participativa en torno a su patrimonialización y así lograr una sociedad más justa, igualitaria y equitativa.

El 21 de septiembre del año en curso se llevará a cabo la ceremonia de entrega del galardón Premio Campus Patrimonio 2023 a la BUAP, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en España. https://25aniversariopatrimonio.uah.es/es/programa-actividades/Premio-Campus-Patrimonio/

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