Conocernos y reconocernos: La importancia de la diversidad de actores en la comunicación pública de la ciencia

Descripción

Por: Iván Jalil Antón Carreño Márquez

Resumen

El ecosistema de la divulgación de la ciencia es diverso y complejo. Lo conforman diversos actores como universidades, gobiernos, museos, individuos, la sociedad civil y, desde hace un par de años, las y los investigadores del país. Si bien todos tienen interés en llevar la ciencia y tecnología a la población, también tienen visiones muy particulares de cómo hacerlo y el rol que la divulgación debe cumplir ante la sociedad. Dentro de este espectro tan amplio de ideas, capacidades y voluntades es donde debe nacer la reflexión sobre cómo concertar, de una manera razonable, nuestros esfuerzos y expectativas para lograr una divulgación de la ciencia más efectiva. Si cada actor de la divulgación fuese un instrumento musical deseoso de tocar una sinfonía, lo mínimo que el público esperaría sería que armonicen de tal manera que construyan, entre todos, un concierto de calidad. Para lograr lo anterior, los actores de la divulgación deberían aspirar a conocerse mínimamente entre ellos, saber que existen y cuáles son sus características, pero más importante aún, reconocerse como un colectivo plural donde todos caben y juegan un rol importante.

Palabras clave: Ecosistema de la divulgación, diversidad, pluralidad

Como si fuera uno de esos chistes recurrentes en las reuniones de amigos podríamos empezar diciendo: “Tres divulgadores entran a un bar y entonces…”. En este punto la historia podría tomar muchos caminos, pero para contarla de una manera más o menos parecida a la realidad deberíamos decir algo como: “… empiezan a discutir sobre cómo el concepto de divulgación ha quedado obsoleto y ahora deberíamos referirnos a él como X o Y o Z”. Seguramente no será una historia muy atractiva para la mayoría de los oyentes, pero pudiese sacar alguna que otra sonrisa a un par de divulgadores. Más allá de la anécdota que esto representaría (bastante plausible, por cierto), es una muestra de la diversidad de ideas y visiones que existen dentro del gremio. ¿En qué otro grupo surgen discusiones sobre cómo debería ser llamada su actividad? No estoy enterado de que los periodistas, los cirujanos o los futbolistas tengan este tipo de disputas. Este problema semántico ya lo han analizado anteriormente Rocha, Massarani y Pedersoli (2017) y han encontrado que, aunque el uso de términos ha variado en el tiempo, la palabra “divulgación” sigue siendo las más ampliamente utilizada.

Así como los divulgadores tenemos este tipo de discusiones, también hay otras mucho menos triviales y que suscitan más polémica. Es muy común debatir sobre el alcance social de las actividades que realizamos, la circularidad de los diálogos que proponemos o la verticalidad de nuestra organización. Todos son discusiones válidas y pertinentes; sin embargo, nuestras respuestas se dan en función al contexto de cada uno. Una universidad, que cuenta con recursos financieros, infraestructura y que tiene acceso a investigadores, docentes y alumnos (usualmente deseosos de liberar su servicio social), no atenderá a la misma población ni usará las mismas técnicas didácticas que un pequeño colectivo, de esos que no ejercen ningún presupuesto, que probablemente no posean muchos activos y donde sus integrantes son voluntarios-todólogos.

Cualquier careo que propongamos entre los diversos actores de la divulgación de la ciencia; museos y escritores, centros de investigación y periodistas o artistas, así como dependencias gubernamentales, evidenciará las grandes diferencias que nos caracterizan. Aun y con estas disparidades nuestro objetivo es el mismo: llevar la ciencia y tecnología a las distintas poblaciones. Derivado de lo anterior, el trabajo nos hace coincidir en distintos foros y eventos. En ocasiones Juan Pérez, divulgador independiente, pone su stand enseguida de la Universidad Fulanita de Tal, evocando la historia de Sansón y Goliat. ¿Es esto negativo? Por supuesto que no, como lo argumentaremos a continuación.

El meollo del asunto radica en no permitir que nuestras diferencias generen una brecha infranqueable en nuestro trabajo. La solución pasa primero por conocernos. Aunque podemos tener la sensación de que la divulgación es un nicho muy específico, lo cierto es que con el tiempo nuestras filas se han ido engrosando cada vez más. Lejos estamos ya de la primera ola de Luis Estrada, donde unos pocos se abrían camino en la divulgación de la ciencia con un enfoque preponderantemente autodidacta. Varias décadas, y un par de olas después, la divulgación ya no está en manos de unas cuantas revistas, museos o instituciones, sino que ha pasado a estar en las redes, en eventos por todo el país y, sobre todo, en jóvenes. No sé si seamos muchos, pero definitivamente somos cada vez más y con esto vienen varios retos: saber quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos, estandarizar procesos, profesionalizarnos y llegar a consensos (sí, incluso estar de acuerdo como se llama nuestra labor). Para lograr lo anterior hay esfuerzos muy valiosos que tratan de ubicarnos (al menos) geográficamente o caracterizan nuestro trabajo. Desde propuestas metodológicas para lograr un mapa de la divulgación de México (Rosen et al., 2011), el mapeo de programas de posgrado en divulgación en América Latina (Massaraini et al., 2016), el análisis del divulgador voluntario en ciudades pequeñas y medianas (Carreño y Cereceres, 2022), examinar la labor de periodismo científico por parte de varios periódicos (Massarani et al., 2005) o en análisis de la dinámica interna de una gran institución como lo es la Universidad Nacional Autónoma de México (Napote y Reynoso, 2017), todos son esfuerzos que nos permiten conocer quiénes somos.

Sin embargo, desde el año 2018 y por un rediseño de las políticas públicas relacionadas a la ciencia y tecnología, nuestro país ha dado la bienvenida (capacitados o no, por voluntad propia o no) a los investigadores e investigadoras, tanto de ciencias exactas como de ciencias sociales, al ecosistema de divulgación. Hoy en día si un miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras (SNII) aspira a una mejor evaluación deberá cumplir ciertos requisitos en actividades de acceso público al conocimiento (ese es el término usado en el reglamento y que evoca el chiste al inicio de este artículo). Según el padrón del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT) para este programa existen más de 41,000 miembros.

Cada día que pasa la divulgación de la ciencia crece en complejidad y se vuelve indispensable pasar a la siguiente parte de la receta: reconocernos. Adquirir conciencia de nuestras diferencias de formación, de nuestras capacidades de ejecución o de nuestra visión del rol social que debe ocupar la ciencia, nos permitirá empatizar entre nosotros. Abandonar posiciones sectarias y aprender de nuestras diferencias es el camino para convertirnos en un verdadero gremio. Así lo demuestran experimentos exitosos como la Public Communication of Science and Technology Network (PCST) o la Red de Popularización de la Ciencia y Tecnología de América Latina y el Caribe (RedPOP), dos de las redes de colaboración para la divulgación de la ciencia más grandes del mundo.

Como reflexión final no queda más que hacer énfasis, una vez más, en lo obvio. Para lograr la articulación del gremio de la divulgación se requiere saber quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos, pero también aceptarnos con nuestros valores y falencias. ¡Vaya! Conocernos y, sobre todo, reconocernos.

Bibliografía
Carreño-Márquez, I. y Cereceres-Aguirre, M. (2022). Experiencing science communication from a local perspective: an analysis of the volunteer SciCom groups in Chihuahua, Mexico JCOM 21(03), A06. https://doi.org/10.22323/2.21030206
Massarani, L., Buys, B., Amorim, L. H. y Veneu, F. (2005). Science Journalism in Latin America: A case study of seven newspapers in the region JCOM 4(03), A02. https://doi.org/10.22323/2.04030202
Massarani, L., Reynoso-Haynes, E., Murriello, S. y Castillo, A. (2016). Science Communication Postgraduate Studies in Latin America: a map and some food for thought JCOM 15(05), A03. https://doi.org/10.22323/2.15050203
Nepote, A. y Reynoso-Haynes, E. (2017). Science communication practices at the National Autonomous University of Mexico JCOM 16(05), C05. https://doi.org/10.22323/2.16050305
Rocha, M., Massarani, L. y Pedersoli, C. (2017). La divulgación de la ciencia en América Latina: términos, definiciones y campo académico. En L. Massaraini y M. Rocha, C. Perdesoli, C. Almeida, L. Amorim, M. Cambre, A. Neponte, C. Aguirre, J. Rocha, J. Norberto, J. Cardoso, L. Acerb y F. Barrios. Aproximaciones a la investigación en divulgación de la ciencia en América Latina apartir de sus artículos académicos. Fiocruz-COC. pp.39-58. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.4668/pm.4668.pdf
Rosen, C., Rueda, A., Tagüeña, J. y Crúz, J. (2011). Hacia un mapa de la comunicación pública de la ciencia en México: una propuesta metodológica. Revista Digital Universitaria. 12 (11), 3-xx-13-xx. https://ru.tic.unam.mx/bitstream/handle/123456789/1948/art111_2011.pdf;jsessionid=71AE9E8898BCD206452581F2753E42B1.jvm1?sequence=1

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