Biofilia y arte: la obra de la pintora María Sada

Descripción

Por: Martín Checa Artasu

Palabras clave: naturaleza, arte, biofilia.

Resumen: La muestra abierta de febrero a junio de 2023 de María Sada nos transita por la técnica paciente, milimétrica y depurada de una artista que nos enseña paisajes con un punto focal muy cercano. Sada tiene un mensaje claro y contundente. Arte para la biofilia, arte para amar la naturaleza, arte para retornar a la naturaleza como estrategia salvadora.

En 1993 el biólogo Edward Wilson y el ecólogo Stephen R. Kellert publicaban el libro The Biophilia Hypothesis. Tras años de investigación por separado, ambos científicos nos planteaban una hipótesis para probar en los siguientes años. Ésta de forma muy sintética esbozaba lo siguiente: nuestra biología y nuestra genética como seres humanos nos impulsan a estar en contacto con la naturaleza. Nuestra propia evolución como homínidos, aún muy cercana en tiempo biológico, nos atrae hacia la naturaleza y está nos provee, más allá de placer estético y resonancias filosóficas y sensoriales, aspectos benéficos para nuestra salud mental y fisiológica. Treinta años más tarde, numerosas investigaciones realizadas por otros tantos científicos están a punto de poner las bases de una teoría biofílica, que hoy abarca campos de conocimiento tan dispares como la medicina, la fisiología, la ecología, la agronomía, la arquitectura y también, en pequeñas dosis, el arte. Es ahí donde hemos de hablar de María Sada, artista regiomontana quien ha presentado en el Museo Nacional de Arte la exposición: María Sada. Biofilia, arte y naturaleza.

Una retrospectiva que recoge tres décadas de actividad pictórica, eminentemente evolutiva desde sus orígenes como restauradora hasta la actualidad, plenamente implicada en una acción de concienciación ante el desastre ambiental que se cierne sobre el planeta. La muestra abierta de febrero a junio de 2023 nos transita por la técnica paciente, milimétrica y depurada de una artista que nos enseña paisajes con un punto focal muy cercano. Ventanas, que nos incitan a penetrar el lienzo y entrar en el entorno natural allí representado. Se trata de poderosas llamadas a la naturaleza desde la estética pero que obligan a una necesaria reflexión: ¡Que le estamos haciendo a la naturaleza!

Pero las piezas expuestas no se limitan a pinturas de determinados formatos, en la entrada a la exposición localizamos: dos piezas de la serie “El bosque y el árbol caído”. Se trata de dos troncos de árboles cortados, que son recuperados por María Sada, a través de pintar, con un detalle primoroso, casi hiperrealista, en sus superficies un trozo de la selva o del bosque del que fueron extraídos. Una sutil y simbólica forma de “devolverlos” si acaso en esencia, a un origen, al que lamentablemente ya no es posible retornar. Algo similar, de no hacer nada, nos está aconteciendo como humanidad. En México se destruyen entornos naturales, incluso protegidos por la ley, por meros intereses económicos de unos pocos, causando una destrucción que no sólo es temporal, sino que deviene irremediable al largo plazo. Sin duda, es un camino de no retorno, donde solo quedarán elementos puntuales, testimonio de una pérdida irremediable. Sada con alguna de sus piezas, un políptico con nueve imágenes, nos acerca a las formas de la naturaleza y, como estas son adaptativas, son eficientes en el uso de recursos y esconden las bases científicas de la vida. Formas que, como nos recordaba el científico y filosofo Jorge Wagensberg en su libro La rebelión de las formas o Cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta, son infinitas en sus variaciones y posibilidades; son altamente eficientes para las funciones que se les han encomendado y han sido inspiradoras para muchas de las creaciones humanas, aun cuando algunas, tristemente, sirven para derrocar la presencia necesaria de lo natural.

Así, la obra de María Sada no es la de una paisajista a la antigua usanza, aun cuando bebe de la larga tradición paisajística mexicana. Tampoco es la de una artista conceptual que trata de crear arte que pretende o busca ser una denuncia aun cuando haya una dificultad intrínseca en entender su mensaje. Sada tiene un mensaje claro y contundente. Arte para la biofilia, arte para amar la naturaleza, arte para retornar a la naturaleza como estrategia salvadora. En ese mensaje explícito no anda sola, pues precisamente su obra en esta muestra y en otras que ha realizado en la última década nos acerca a varios temas. El primero son los vínculos salutogénicos de estar en y con la naturaleza, a través de prácticas tan simples como pasear en un bosque o incluso en un parque urbano. Prácticas como el baño de bosque o Shinri Yoku creado en Japón como una técnica y una política pública allá en la década de los 80 y que, gracias a numerosas investigaciones, encabezadas por los médicos Yoshifumi Miyazaki y Qin Li, nos ha demostrado los efectos benéficos en términos fisiológicos de esas estancias en la naturaleza.

Igualmente, la obra de Sada nos acerca a la naturaleza sintiente, a los animales, el triste a la par que bello retrato del gorila Kanzi del zoo de Berlín, que podemos ver en la exposición es un claro ejemplos. Pero, también, nos acerca a otros seres sintientes, claves y masivamente extendidos en la naturaleza: las plantas, seres con quince sentidos y con habilidades de comunicación química que integran en una cadena trófica interconectada con bacterias y hongos, hoy estudiada y ampliamente divulgada a través de los trabajos del fisiólogo vegetal italiano Stefano Mancuso y de la bioquímica australiana Mónica Magliano.

También, Sada nos aproxima a la biomímesis, esa suerte de concepto que nos alerta que retomar las formas de la naturaleza, pero también, entender y aplicar las acciones de sobrevivencia y sustentabilidad desarrolladas por los seres vivos en nuestras acciones vitales puede ser la clave de nuestro futuro como humanidad. Las agroecologías, la permacultura, los huertos urbanos, el diseño biofílico, la arquitectura neutra, la captación de agua de lluvia, etcétera son actividades con base en la naturaleza que van en ese derrotero y que empieza a ser obligación que conozcamos. Finalmente, la obra de María Sada nos obliga a pensar en la naturización de nuestras ciudades, más allá de los sueños utópicos de recuperar lagos, volver a “poner naturaleza” en las ciudades, recuperar sus ríos y reformular sus parques urbanos resulta una urgencia, una necesidad y una obligación ante los efectos ya evidentes del calentamiento global, la escasez de agua y la irracionalidad logística en como se mueven los alimentos que necesitamos.

Naturizar la ciudad, eficientar sus flujos de todo tipo y reducir sus consumos pareciera ser la única alternativa posible aun a pesar de las promesas tecnológicas.

En definitiva, María Sada, una de las paisajistas mexicanas más relevantes de estas primeras décadas del siglo XXI, nos invita a pensar que más allá del arte y sus vínculos con la naturaleza, tenemos la obligación de volver a ella y de convivir con ella si acaso pensamos en futuro mejor para nuestra especie.


Referencias
Benyus, Janine M. (2012). Biomímesis. Innovaciones inspiradas por la naturaleza. Barcelona. Tusquets.
Breuste, Jürgen; Artmann, Martina et al. (2013) Making Green Cities: Concepts, Challenges and Practice. Amsterdam. Springer nature.
Gagliano, Mónica (2021). Así habló la planta. Barcelona. Gaia.
Kellert, Stephen R.; Wilson and Edward O. (1993). The Biophilia Hypothesis. Washington DC. Island Press.
Mancuso, Stefano (2017). El futuro es vegetal. Madrid. Galaxia Gutemberg.
Miyazaki, Yoshifumi (2018) Shinrin Yoku: The Japanese Art of Forest Bathing. New York. Timber Press.
Wagensberg, Jorge (2004). La rebelión de las formas o Cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta. Barcelona. Tusquets.

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